domingo, agosto 20, 2006

Lisboa 5

Pastelaria Bénard, Rua Garret, 104.

Son las ocho de la tarde, frente a mí tres mujeres ante tres cafés y tres bolos, dos de ellos rellenos de chocolate con aspecto formidable, la luz del Castelo al frente, el viento que juguetón remueve mi falda y los elegantes camareros con delantales blanquísimos envolviendo literalmente sus piernas, camisa blanca, chaleco y pantalón impecables en negro, pajarita también negra y muchos ojos, muchas miradas que pasean a mi alrededor.
Juego a adivinar historias con las miradas que pasan. Si la mirada se acompaña con un ceño fruncido y con un halo de cansancio, son turistas que ha caminado todo el día. De estos últimos hay dos tipos, áquellos que en este atardecer aún les dura la sonrisa de sus ojos expectantes, escudriñan a todos lados, me cruzan la mirada, casi siempre cómplice. Otros pasan sin ver nada. Otras miradas son autóctonas, pasean más tranquilas, degustan los exquisitos pasteles.
Cúanto español se habla, me dice mi acompañante, y es cierto. Salvo las tres mujeres frente a mí y una pareja, tal vez americana, él alto, fuerte, rubio, con canas, ella asiática, fuerte, pequeña y de ojos oscuros y dos niñas, aún no adolescentes que se entretienen con la moda Benetton que nos colorea atractivamente, desde la casa de enfrente, con sus saldos ya al 70%. Alguien hojea un libro y más allá alguien observa un mapa desplegado, otro alguien hace un sudoku, que internacionales son los números.
Los adoquines brillan reflejando la luz eléctrica que comienza a aparecer y fija mi atención en la figura del Café O Brasileira y sus 100 años de existencia y pienso. Pienso si en otros 100 años seguirá estando aquí, si seremos lo suficientemente inteligentes para ello, si nuestro modelo social actual tiene tanta estabilidad como en la centena anterior.
Quiero pensar que siempre existirá esta ciudad, con su aspecto decadente y renovado, en constante trasformación aunque nada parezca que cambie. Quiero pensar que siempre existirá esta ciudad en la que parece que siempre a la vuelta de la esquina me voy a encontrar alguien conocido y sino aparece no importa, ella tiene suficiente atracción y protagonismo para llenar la vida de muchos cien años más.

2 comentarios:

peter k dijo...

magia blanca entre las sábanas colgadas por mujeres de otros tiempos.
gatos sin dueño que conocen demasiado bien el sabor de la saudade.
(fue lindo vivir ahí)
abrazo

gaia56 dijo...

Peter que bien definido "ese aire" tan propio de Lisboa... lo añoro casi siempre.
Abrazos.

Gallaecus... pues ya sabes.