jueves, agosto 17, 2006

LISBOA 3

Me cruzaba con su sonrisa todos los días de verano en mi subida al Castelo de Sao Jorge. La encontraba sentada en una silla, al lado de la puerta de su casa, custodiada por cuidadas macetas de flores, con su camisa blanca, un chal de lana color crema sobre sus hombros y un sombrero de paja de ala ancha que daba porte distinguido a su amable y refinada compostura. Todos los días me saludaba y aunque apenas cruzamos unas pocas palabras yo paseaba por la Rua da Misericordia buscando su sonrisa.
Hoy no la he visto, la última vez que pasé por su calle tampoco estaba, sus macetas no tenían flores. Estoy en lo alto del Castelo, tengo la Baixa a mis pies, más lejos el Barrio Alto y Estrela destacando por su gran cúpula blanca, y pienso. Pienso en la fortaleza y fragilidad de la vida, que se acaba y comienza cada día, pienso en las piedras que nos sobreviven y disfruto con la luz iluminando los colores pastel de las casas de Lisboa.
No estaré aquí, ni en ningún sitio y la luz seguirá iluminando las piedras de Lisboa, los colores de la Baixa y el Tejo seguirá dominando lentamente la escena. Pero hoy este momento es mío y lo disfruto. Cuando vuelva a pasar por la Rua da Misericordia evocaré su sonrisa y cómplice me servirá de refugio.

2 comentarios:

Lugia dijo...

Hola

Muchas gracias por dejar un comentario en mi blog. Estoy de acuerdo contigo en que los sueños son bonitos, pero no debemos dejar que las cosas reales se conviertan en solo sueños.

Me encanta tu blog. Muchos saludos.

gaia56 dijo...

Para qué existe la utopía? para tender a ella, dice Eduardo Galeano...
La realidad es otra cosa, es la vida, vívamosla.