sábado, agosto 19, 2006

Lisboa 4

Mi rincón preferido en Lisboa se repite en calles y plazas. Una silla y una mesa verde, a veces bajo un árbol, bien en el Parque de Pedro Calmón, frente al teatro São Carlos, en la mesa de al lado de Fernando Pessoa cuando escasean los turistas en el Café O Brasileira, en la subida del Largo de Sta. Lucía o camino del Adamastor en una terracita triangular frente a una farola que divide dos calles frente a mí.
Siempre una silla, una mesa, un libro, mi libreta o tal vez una servilleta de papel recogiendo pensamientos, sentimientos y yo respirando el suave aire de recuerdos, de nuevos encuentros.
También frecuento escaleras de alguna iglesia. Fue en las escaleras de la Iglesia de São Miguel donde me detuve a revisar mi gastada pila digital de la Canon que fielmente me sigue donde quiera que me encuentre. No te ví en el primer momento aunque sentí en el cuello tu mirada. Me volví y dos sonrisas quedaron suspendidas a mitad de camino entre los dos.
Boa tarde, escuché en ese tono casi susurrado. Boa tarde, contesté no dejando escapar las vocales de mi boca tratando de no parecer demasiado extraña. ¿Qué dibujas? A Baiuca, me gusta este rincón. A continuación surgieron en cascada los verdes prados de mi tierra, las aguas torrenteras de las suyas, los incendios en el país vecino, los atardeceres africanos en invierno que dieron paso a escenarios interiores que escogimos para ahondar pensamientos personales. Acabó la tarde en Graça, después de tres exquisitos cafés portugueses en medio del tiempo trascurrido entre mares de palabras y palabras.
Últimamente atardezco siempre en las colinas lisboetas y sus miradores en Graça, Nuestra Señora del Monte, Santo Amaro, Sta. Lucía, Adamastor, el Castelo de São Jorge... siempre una mesa, una silla, un café, un libro y, tal vez, palabras compartidas.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre estoy detrás de tí...estés donde estés...siempre mis dedos acarician tu sombra que pasea y recala por los cálidos paseos lisboetas. No puedo invitarte a un café, porque el camarero no entiende de euros virtuales, aunque mis deseos sean reales, no obstante, recalo en tí a cada instante y recorro de tú mano rincones soñados y gozados por tí a cada pequeño instante.
Disfrutaaaa......besinhosss

Javier López Clemente dijo...

Me has traido recuerdos del sol dorado al atardecer y a un afilador apostado sobre su bicicleta.

ana martinez dijo...

Algún día, te lo prometo, estaré contigo en esa mesa, en esa calle, con nuestras libretas, al abrigo de la blanca luz de Lisboa.
Te lo prometo.

Besazos

gaia56 dijo...

Anónimo... qué bien suenan tus palabras.
El primer café de la mañana lo compartiré virtualmente contigo y creo que será por Alfama, tal vez subiendo desde Sta. Apolonia. Seguiré disfrutando y te contaré...
Besinhos

gaia56 dijo...

Javier este atardecer si que ha sido imponente, casi cobrizo el cielo, hasta la Ponte da Liberdade resplandecía con llamas doradas.
un afilador apostado en su bicicleta? dónde?

gaia56 dijo...

Ana... será verdad esta vez? Mientras tanto yo lo disfruto y te lo cuento, no he tenido tiempo de dibujar, ya sabes he de dejar siempre tareas pendientes para volver..
Besazos

Javier López Clemente dijo...

Tal vez el afilador sólo este en mi mente, pero lo recuerdo con claridad. El sol bailaba alocado en el reflejo de su rueda girar, y las chispas de cuchillos que se introdujeron en mi bolsillo me acompañaron aquella noche de tristeza. La noche que no quise escuchar ningún fado.

gaia56 dijo...

Tal vez no quisiste escuchar ningún fado por que lo llevabas dentro...