miércoles, junio 29, 2011



PACTO

Cosía mi alma a fuerza de empeño,

el pulso, a veces vacío, también me empujaba,
cada noche la luz de la luna acunaba mi abrigo
con recortes de trozos de cielo para subirme a sus bordes,
buscaba un cometa de albos suspiros para alejar los fantasmas
y volaba a lomos de un unicornio con pasos muy firmes,
fabricando sonrisas y mimos de alma,
dejando escapar los felices recuerdos
para instalarme en las alas pactadas
de la tregua cotidiana que cada día procuro.

domingo, junio 26, 2011





NEW YORK 2

Viajé a New York, visité varias catedrales. Empecé por Harlem en una iglesia baptista cantando Gospel y llamé a Dios con mis palmas, canté mensajes de autoestima y amor; no era exactamente una catedral pero se aproximaba. Me sentí bien.

Después paseé a la orilla del río Hudson, un tranquilo paseo bajo la lluvia, acompañada por altos verdes árboles hacia la catedral más grande del mundo; la llaman San Juan el Divino, en ella se realizan ritos de todas las confesiones religiosas según decía la guía. Me llamó la atención el rincón de los poetas, el espacio dedicado a su recuerdo. Me gustó este guiño a Whal Whitman, Silvia Plath y muchos otros.

Paseé después por el escándalo de la ostentación, de la invitación al consumo y al capricho, paseé la catedral del oropel electrónico de grandes pantallas que asaltan tu paseo, a cual más grande, a cual más espectacular; Times Square en persona y sus edificios trasformados en agresivo marketing digital. Me escandalicé.

Mas tarde visité la catedral económica del bombo de la suerte, la catedral del dólar y las demás monedas del mundo, la catedral del rito de paso rápido en busca de más dinero, del ganar más y más. Me sentí invadida, pequeñita, muñeco de guiñol en Wall Street.

Me reconfortó mi visita a la Catedral del arte, el Museo Metropolitano, me divertí mucho, aprendí, disfruté. Hatsetsup reinaba en las salas de arte egipcio. No quería irme, me sentí protegida.

Por la noche en mi Hotel y asomada a la ventana se presenta al alcance de mi mano el azul y naranja de la cima del edificio que King Kong apeteció. Reflexiono sobre la vida en vertical escenario, me detuve en las nieblas matinales que aún rodean las cumbres y allí cerca del cielo aún no cesa el ruido, la actividad del hormiguero y el trasiego de la gran ciudad que parece vivir de espaldas a la gran mancha verde que le respira, de espaldas a los sentimientos de quien la habita.

Y pensé que debe ser dura la vida en esta ciudad; volveré para seguir descubriendo.