TRANSITANDO LA MARAGATERÍA
Dormí bajo la luna y las estrellas, me despertó el sol que asomaba en la ventana. Los chopos y sus dorados amarillos atraviesan el cristal y me saludan, un poema de Leopoldo Panero había arropado abrazado mi sueño.
Esta mañana aún olía a leño consumido en charlas de chimenea de la noche anterior en la habitación nº 3 de una hospedería castellana, Casa Guts de Santiago Millas, a la espera de un cocido maragato.
Y sentí la majestuosa vida de los dioses en mis manos y el aire regalándome su fuerza, los pájaros cantando mi alma y escuché los rumores aún vivos de piedras en las destruidas casas de un pueblo abandonado y el ajetreo de la vieja abadía en el tránsito del camino de santiago.
Y añadí una piedra más en la famosa cruz de hierro y sentí la mano amiga, y las risas y la cercanía compañía y el dorado acompañándome el día entero y la triste despedida del atardecer convertido en rosa enardecido.
Y doy gracias por saber vivir estos encuentros.
Dormí bajo la luna y las estrellas, me despertó el sol que asomaba en la ventana. Los chopos y sus dorados amarillos atraviesan el cristal y me saludan, un poema de Leopoldo Panero había arropado abrazado mi sueño.
Esta mañana aún olía a leño consumido en charlas de chimenea de la noche anterior en la habitación nº 3 de una hospedería castellana, Casa Guts de Santiago Millas, a la espera de un cocido maragato.
Y sentí la majestuosa vida de los dioses en mis manos y el aire regalándome su fuerza, los pájaros cantando mi alma y escuché los rumores aún vivos de piedras en las destruidas casas de un pueblo abandonado y el ajetreo de la vieja abadía en el tránsito del camino de santiago.
Y añadí una piedra más en la famosa cruz de hierro y sentí la mano amiga, y las risas y la cercanía compañía y el dorado acompañándome el día entero y la triste despedida del atardecer convertido en rosa enardecido.
Y doy gracias por saber vivir estos encuentros.
Paseando al amanecer, en el Barrio de Abajo de Santiago Millas (León) me encontré con esta puerta, esta piedra y este sol y creí debía de guardarlo en el recuerdo.
3 comentarios:
esa puerta me es tan familiar, a tantos pueblos por los que he caminado...
Y una piedra más, y una nueva luz, unas risas, un nuevo rostro, una puerta... por favor, si, todo al recuerdo.
Conozco esas piedras y esas puertas cuyos goznes chirrían al abrirlas. Son, como tu relato, pura poesía. Hay un pueblo, aquí en mi Palencia, que invita al sosiego en tardes-noches de invierno, con unos pocos leños en la lumbre, un puñado de estrellas en el cielo y el canto a la paz que entona la luna.
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